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jueves, 8 de noviembre de 2007

calma de estanque y Ciudad Prohibida

Ciudad Prohibida era popularmente conocida, justamente, por su nombre. Allí todo lo estaba prohibido. La sociedad de aquella modesta urbe estaba prácticamente perdida. Los innovadores solo ganaban críticas, malas críticas, que, a pesar de jurar que no les importaba, dañaban de una forma silenciosa la moral de aquellos que todavía no habían entrado en el sistema.
La gran mayoría de las personas de Ciudad Prohibida ni sospechaba lo que realmente estaba sucediendo. El gobierno de turno venía imponiendo desde hacía tiempo su fuerte campaña de prohibición. A pesar de que al comienzo muchos la resistieron, los jóvenes de aquel entonces se vieron seriamente perjudicados por las nuevas embestidas. Sus débiles libertades fueron reducidas una vez mas, sin razón ni motivo. Recuerdo de una forma particular aquellas prohibiciones con las que ahogaron las oportunidades de la clase veinte-añera: dispararon con la mas baja artillería contra el sector de gente que tiene la responsabilidad y el legado del recambio generacional, de airear las ideas. La reacción de los jóvenes de la masa no fue ninguna sorpresa. Sus tibias quejas no llegaron a inquietar a ninguno, y poco a poco comenzaron a adaptarse a la nueva superficie. Los habitantes de Ciudad Prohibida, sin darse cuenta fueron cediendo espacio y el chip personal de cada uno fue asimilando la triste situación, y todo se fue en picada.
En Ciudad Prohibida no había nada para hacer. Cada vez que algún emprendedor intentaba el negocio, los juegos electrónicos eran rechazados una y otra vez por las autoridades, con la paranoica y limitada idea de que atenta contra no se que en los chicos. Esas autoridades, fueron las mismas que no se dieron cuenta que al poco tiempo, esos chicos a los que decían proteger comenzaron a ocupar sus tardes dentro de oscuras salas, con auriculares colgando de sus orejas que aturden por los disparos, jugando a ver quien mata mas gente en un cyber sin extractores pero con mucho humo de cigarrillo.
En este estado de permanente prohibición los órganos se amodorran y el espíritu se envilece. Aferrarse al pasado para detener todo intento de cambio y cruzarse de brazos ante un mundo moral que incesantemente se renueva, es suicidarse, es morir de sed junto a las fuentes.
Esto debe cambiar,¿ como se cambia todo esto??

Texto pronunciado en Tiempo d Valientes
Radio Areco /mayo 2005/

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