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lunes, 19 de noviembre de 2007

Lo único que hay que hacer es trabajar

La experiencia de alguien que ha trabajado en la cocina de un tenedor libre en la calle Santa Fe, en Capital Federal...
Allí pudo comprobar, con el testimonio de los empleados, que todos realizaban turnos de 11 horas diarias, y que al menos 7 de los 10 ayudantes de cocina tenían entre una y dos horas de colectivo o tren hasta el restaurant, ubicado en Palermo. Es decir, mas de la mitad del día destinado a una tarea que, según ellos protestaron, no resisten mas. Unas pocas horas en casa y a dormir, con un cansancio del que es necesario reponerse para al día siguiente reanudar la rutina.
Cuando los francos son rotativos y los horarios cambian todas las semanas para turnarse la sufrida franja laboral de la noche, la vida de esta persona no encuentra estabilidad y pierde equilibrio. Deja de trabajar para poder vivir y comienza a vivir para el trabajo, y nada más. Nada puede programar con anticipación porque todo lo suyo es inmediato, vive el día a día, y por lo general no es dueño de sus propias desiciones. El jefe elige por él. Sus días libres los utiliza para dormir porque no encuentra mejor programa, y de a poco se sumerge en la rutina que abarcará gran parte de su vida. Toda, si no despierta a tiempo.

Fragmento de nota publicada x KdlQ en
Las Hojas del Pilar /abril 2006/

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