Allí pudo comprobar, con el testimonio de los empleados, que todos realizaban turnos de 11 horas diarias, y que al menos 7 de los 10 ayudantes de cocina tenían entre una y dos horas de colectivo o tren hasta el restaurant, ubicado en Palermo. Es decir, mas de la mitad del día destinado a una tarea que, según ellos protestaron, no resisten mas. Unas pocas horas en casa y a dormir, con un cansancio del que es necesario reponerse para al día siguiente reanudar la rutina.
Cuando los francos son rotativos y los horarios cambian todas las semanas para turnarse la sufrida franja laboral de la noche, la vida de esta persona no encuentra estabilidad y pierde equilibrio. Deja de trabajar para poder vivir y comienza a vivir para el trabajo, y nada más. Nada puede programar con anticipación porque todo lo suyo es inmediato, vive el día a día, y por lo general no es dueño de sus propias desiciones. El jefe elige por él. Sus días libres los utiliza para dormir porque no encuentra mejor programa, y de a poco se sumerge en la rutina que abarcará gran parte de su vida. Toda, si no despierta a tiempo.
Fragmento de nota publicada x KdlQ en
Las Hojas del Pilar /abril 2006/
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